Reconstruir la historia de Altos Hornos Zapla (hoy Aceros Zapla) es central para avanzar en el análisis de la situación socioeconómica en Palpalá. A su vez, los vaivenes socioeconómicos de esta fábrica y de la ciudad que la contiene se enmarcan en un contexto histórico nacional donde Palpalá surge como paradigma de aplicación de los diferentes modelos económicos puestos en marcha en cada período. La ciudad de Palpalá, identificada en el pasado como “Ciudad Madre de Industrias” y en el presente como “Ciudad Turística y Deportiva” es una parte importante del gran jujuy.
Desde la década del 30 hasta mediados de los años 70 el desarrollo de la Argentina se basó en el llamado modelo de sustitución de importaciones. Primero empujado por las circunstancias internacionales (Segunda Guerra Mundial) y sin poder revertirlo después, este modelo sostuvo una tendencia de crecimiento económico.
En 1941, el Ministerio del Ejército de la Argentina tuvo conocimiento de la existencia de mineral de hierro en las serranías de Zapla (Jujuy). Realizados los primeros estudios geológicos, en octubre de ese mismo año se transfiere a la Dirección General de Fabricaciones Militares el estudio de las posibilidades del yacimiento. Confirmada la existencia de una rica veta ferrífera, la Dirección General de Fabricaciones Militares firmó con el gobierno de Jujuy un convenio de explotación. A fines de 1942, la Legislatura jujeña y el Poder Ejecutivo Nacional aprueban el convenio celebrado entre la provincia y la Dirección General de Fabricaciones Militares para la explotación e industrialización del yacimiento de hierro. Cumplidos los requisitos legales se crea, por Decreto de enero de 1943, el establecimiento Altos Hornos Zapla (ahz). Se licitó la construcción de la planta experimental de Palpalá, obra que quedó adjudicada a la empresa sueca Svenska Entreprenad A.B., la cual asumió el proyecto y la supervisión de la instalación del alto horno. Iniciados los estudios definitivos, proyectos y obras necesarias para el funcionamiento del nuevo organismo, el 11 de octubre se efectúa la Primera Colada de Arrabio Argentino.
Una publicación local de 1960 recordaba esto expresándolo de la siguiente forma: “Este hecho de tanta trascendencia para la economía y grandeza del país, repercutió en todos los ámbitos de la Nación, llevando hasta sus últimos rincones el nombre de JUJUY, rico suelo que engendró la materia necesaria para una nueva etapa industrial en la vida del país” Entre las obras que se realizaron, se construyó la galería principal de la mina de Zapla, bautizada “9 de Octubre”, en homenaje a la fecha de fundación de fabricaciones militares. El descubrimiento de esta mina y la decisión de impulsar la industria siderúrgica nacional con AHZ atraen mano de obra especializada de otras provincias y una corriente migratoria de países limítrofes, especialmente de Bolivia, que se traduce en un importante incremento en la población provincial. En las décadas siguientes, se fue constituyendo un “polo de desarrollo” alentado por las teorías desarrollistas de la época: la Teoría de la Modernización consideraba a las ciudades como centros de consumo y localización industrial. Los centros urbanos fueron evaluados bajo la hipótesis de que el crecimiento poblacional, que implicaba aumento de la urbanización, atraería la radicación de industrias y que eso generaría desarrollo. En este contexto la degradación ambiental fue percibida como anomalías del proceso.
En febrero de 1951, se procedió a poner en funcionamiento el segundo alto horno, que fue construido íntegramente con dirección técnica, ejecución y materiales nacionales, según destacan los periódicos de la época. A fines de 1952, se completa el ciclo siderúrgico con cuatro altos hornos (con una capacidad diaria de 150 toneladas de producción cada uno), dos hornos eléctricos (de 10 toneladas de colada por año), una planta de laminación (con producción de 120.000 toneladas anuales de hierro), una planta de escorias (este producto se utilizaba como abono fosfatado), una planta de carbonización y destilación de subproductos químicos e instalaciones industriales y auxiliares para diversas plantas del establecimiento.
El establecimiento constaba de cuatro centros de producción: Centro Siderúrgico, Centro Mina “9 de Octubre”, Centro Mina “Puesto Viejo” y Centro Forestal. El Centro Siderúrgico poseía, a su vez, tres plantas básicas de producción: Altos Hornos, Acería y Laminación. Para satisfacer las necesidades de estos cuatro centros de producción, contaba con una usina termoeléctrica, planta de oxígeno, talleres de mantenimiento, planta de tratamiento del agua, laboratorio y taller de fundición. La fábrica se convirtió así en lo que se dio en llamar una “planta siderúrgica integrada”.
Paralelamente al desarrollo de sus centros de producción, también se construyeron complejos habitacionales para obreros, profesionales y técnicos, clubes completos en cada centro con cines, campos de deportes, piletas de navaría la sanción de una ley nacional del petróleo y la instalación de altos hornos en Jujuy
Además, AHZ contaba con almacenes, comedores, escuelas primarias y secundarias, instalaciones de asistencia médica y odontológica, un casino y una iglesia. Alrededor del complejo siderúrgico se fueron asentando fábricas cuya manufactura dependía del acero. Este proceso de industrialización se vio acompañado, desde el punto de vista de la estructura social, por la aparición de nuevos actores en nuevos escenarios: en Palpalá y San Salvador de Jujuy surgieron sectores de profesionales, obreros especializados, comerciantes y empleados públicos ligados al sector terciario y trabajadores por cuenta propia en su mayoría proveniente del interior de la provincia y de Bolivia.
La ciudad fue creciendo de manera desordenada alrededor de la fábrica AHZ. Debido a su topografía irregular, con depresiones y cauces de arroyos, durante décadas el emplazamiento de los barrios tuvo características de relativo aislamiento, sólo conectados por pocas vías de comunicación. El crecimiento demográfico de la ciudad fue de tal magnitud que importantes segmentos de la población quedaban excluidos de la posibilidad de acceder a una vivienda, aun bajo planes del Fondo Nacional de la Vivienda (Fonavi). En el caso de AHZ, la mano de obra especializada provenía en general de otras provincias y se instalaba en barrios pertenecientes a “la fábrica”, en los que la circulación estaba permitida sólo a sus moradores, lo que limitaba la interacción de este sector social con la población local. Tanto en Palpalá como en los distintos núcleos urbanos (Centro Forestal, Mina “9 de Octubre” y Puesto Viejo) se observaban diferencias arquitectónicas en las casas habitadas por profesionales, técnicos y obreros.
Durante décadas, el crecimiento demográfico de Palpalá fue vertiginoso, la ciudad creció al ritmo de la oferta laboral que brindaban el establecimiento siderúrgico y el conjunto de pequeñas industrias que habían desarrollado productos dependientes del acero, en consonancia con la oferta de servicios privados y públicos que se iban estructurando alrededor.
Entonces, en la década de 1940, al instalarse en Palpalá los AHZ, esta fábrica se transformó en el punto irradiador del crecimiento urbano, que respondió a las necesidades de infraestructura y de servicios de la población industrial. El ritmo de crecimiento poblacional fue lento hasta el momento en que se descubre el mineral de hierro, pero, a partir de allí, su aceleración paulatina, con períodos de gran auge inmigratorio por la necesidad de mano de obra fabril, transforma la configuración de la ciudad. De ahí que dicho incremento haya estado ligado siempre al establecimiento industrial y sus áreas de influencia, que llegaron a conformar un semicírculo territorial que comprendía un radio de dos mil metros, con un posterior período de urbanización a través de planes de viviendas que no respondían a una planificación convencional de ciudad pero sí a un trazado urbano de producción.
Un nuevo período de crecimiento −y el más importante en lo referente a las grandes transformaciones socioespaciales de la ciudad− comenzó a fines de la década de 1950 con el inicio del esplendor productivo de la fábrica y la mina vinculada a AHZ, que alcanzó su pico máximo en la década de 1960, cuando la población creció de manera explosiva, fundamentalmente por el aporte migratorio, en un orden del 190 por ciento (según datos del período intercensal 1960/1970). Aunque el aporte mayoritario se dio por migración interna, con pobladores procedentes de las provincias de Santa Fe, Córdoba, Chaco, Santiago del Estero, Catamarca y norte de Jujuy, un número ciertamente significativo procedía de Bolivia, originando una afluencia demográfica multirregional y pluricultural que se plasmó en la distribución de la población por barrios que imponía la fábrica. La proyección territorial de la jerarquización de los procesos de trabajo dio como resultado zonas residenciales que, alejadas del área contaminada por el humo fabril, fueron habitadas por profesionales y técnicos (quienes no eran propietarios de las casas que habitaban), mientras que los capataces y encargados de la fábrica se concentraron en otros barrios (adquiriendo sus viviendas a través de planes habitacionales) y los obreros no calificados fueron los destinatarios de los espacios insalubres cercanos al complejo industrial (haciéndose cargo de la construcción de sus viviendas). Esto favoreció la gestación de identificaciones barriales que giraron en torno a la homogeneidad de clase social de los vecinos y/o de lugar de origen. La génesis poblacional y urbana de Palpalá, dirigida por una industria omnipresente, ha provocado que, en la ciudad, aún hoy no exista ningún espacio que sus habitantes perciban como territorio común (a excepción, quizá, de Río Blanco cuando está en fiesta), siendo muy difícil todo intento de integración interbarrial. Esta percepción del espacio, fuertemente segmentada, se traslada a nivel de organización ciudadana. El crecimiento urbano de Palpalá estuvo condicionado, entonces, por una mentalidad estamentaria, propia del sector militar, al cual pertenecían quienes dirigían AHZ. Esta visión dejó su impronta en la ciudad y marcó su estructura social, que se reflejaba, hasta la década de 1990, en las prácticas comunitarias y políticas a través de un discurso que destacaba lo negativo frente a las iniciativas sociales .
Por Bergesio, Liliana; Marcoleri, María Eugenia Revista de estudios regionales y mercado de trabajo Cita sugerida Bergesio, L.; Marcoleri, M. E. (2008) De siderúrgica a turística: Breve historia ocupacional de la ciudad de Palpalá (Jujuy-Argentina). Revista de estudios regionales y mercado de trabajo (4), 45-72. En Memoria Académica. Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.4346/pr.4346.pdfDe siderúrgica a turística: Breve historia ocupacional de la ciudad de Palpalá