Verónica Portillo dice que las promesas hay que cumplirlas. Por eso, cuando el Tribunal Oral en lo Criminal de Lomas de Zamora condenó a Kevin Benítez (22) y a Mauro Valdez (24) a la pena de prisión perpetua, ella le gritó a Nahuel Navarro, su hijo, que había logrado cumplir su promesa
“¡Hijo, yo te prometí que iba a hacer justicia por vos! ¡Y hoy te lo cumplí!“. Luego, sus ojos dejaron de apuntar hacia el techo y se fijaron en el banquillo de los acusados. Se descargó: miró a los asesinos y los insultó, para sacarse la bronca, el dolor y los nervios acumulados durante los más de cuatro años y medio que tardó en cumplir su promesa.
Ahora pasaron varias horas de la condena y, mate de por medio, Verónica recuerda que se lo había jurado en el velatorio, justo antes de que cerraran el cajón. “Cuando liberaron a los asesinos (entre 2017 y 2018), sentí que la investigación no iba a repuntar. Y hoy tengo una perpetua. Creo que la luché bastante… muchas mañanas me costó levantarme de la cama. Pero entendí que si no me levantaba, no iba a cumplir mi palabra. Y ahí me levantaba. Creo que si no me movía, el caso hubiese quedado en la nada”.

A Nahuel lo asesinaron en la noche del 10 de junio de 2017. En lo que serían sus últimos minutos, se encontraba con un amigo en la manzana 12 del Complejo habitacional de Don Orione, en Claypole, partido de Almirante Brown. Vivía junto a Verónica y sus dos hermanas en la Manzana 31. Fue víctima de un asalto. Valdez, Benítez y un menor de edad se acercaron y le robaron un camperón y su teléfono celular. Para hacerlo, lo hirieron con un arma blanca. En el pecho.
Durante semanas, Verónica no recibió novedades de la fiscalía ni de la comisaría 8va. de Don Orione. Entonces, decidió comenzar su investigación. Buscar por su cuenta. Hacer lo que solo haría una mamá. Lo primero que hizo fue recorrer pasillos y manzanas más conflictivas del complejo.
Con esa información, reunió tres nombres y tres perfiles de Facebook. Del menor, de Valdez y de Benítez. También el de Pamela, una vendedora de drogas de la manzana 12. De ella, además de su identidad y dirección, averiguó su número de teléfono. Presentó todo en fiscalía y, entre otras medidas, intervinieron el teléfono de la mujer.
Verónica siguió haciendo cosas. Creó perfiles falsos de Facebook para hablar con los imputados, se hizo pasar por una interesada en la vivienda en venta de uno de ellos. El problema era uno solo: tenía a varios vecinos que habían recreado la noche del asesinato. Pero nadie quería declarar. Y si no lo contaban en la fiscalía, no tenían validez.
Con el paso del tiempo, fueron apareciendo testigos que se animaron a declarar. Todos convencidos por Verónica, que se tomaba el trabajo de buscarlos y acompañarlos hasta la sede judicial. Lo hacía fuera de su horario laboral: trabajaba en una cooperativa y cuidaba abuelos.