En marzo de 2021, el Gobierno escocés puso en marcha la primera experiencia de enseñanza curricular de organización y puesta en marcha de empresas sociales para todos los alumnos de su sistema educativo. En tres años se espera que los estudiantes de todos los niveles hayan tenido la oportunidad de pensar negocios destinados a atender problemas ambientales y de sus comunidades para difundir una nueva filosofía empresarial que se está multiplicando por el mundo y propone anteponer las necesidades sociales al lucro. “Deberíamos aprender de Escocia”:

El Gobierno del Reino Unido recibió en los últimos días de enero la sugerencia de parte de la Comisión Adebowale de Inversión Social, encargada de analizar cómo se podría mejorar el movimiento de las empresas sociales inglesas. “Aprender” es justamente la palabra clave para entender la historia de estas unidades productivas en el territorio escocés, dedicadas a atender demandas comunitarias por fuera del lucro, sin descuidar la sostenibilidad.
Desde 2021, Escocia es el primer y, hasta ahora, el único país en incorporar a su sistema educativo formal la enseñanza de cómo organizar y gestionar un emprendimiento con fines comunitarios “para garantizar que para 2024 todos los niños en edad escolar tengan la oportunidad de participar en un proyecto de empresa social en su carrera escolar, presentando los beneficios del modelo a los jóvenes”, según el Plan de Acción de Empresas Sociales, actualmente en ejecución. Estudiantes con emprendimientos.

En la práctica, la oficialización es solo un formalismo para un entrenamiento que ya se viene dando desde los primeros años de este siglo en gran parte del sistema escolar escocés. Abundan los ejemplos de grupos de estudiantes que organizan pequeños emprendimientos a partir de observar las necesidades ambientales y sociales que hay en sus comunidades. En las primarias escocesas se han desarrollado más de mil experiencias orientadas por docentes capacitados.
Algunos ejemplos: producción de cajas de aseo para repartir entre las mujeres sin hogar del barrio, un emprendimiento destinado a atender los problemas de acoso escolar en los recreos, una empresa dedicada a difundir la importancia de las abejas y cómo ayudar a su preservación o la organización de un café mensual con productos elaborados por los estudiantes para recaudar fondos con destino a objetivos sociales.
Gran parte del mérito lo tiene la Social Enterprise Academy (SEA), que es en sí misma una empresa social dedicada a la promoción educativa de esta modalidad de emprendimientos comunitarios y que se asoció con el Gobierno escocés para brindarles a los estudiantes una experiencia de aprendizaje que les sirviera para desarrollar habilidades laborales clave y que, a la vez, fuera una iniciativa para mejorar el entorno social y ambiental en sus comunidades.

El programa del SEA propone que todos los alumnos practiquen la forma de establecer y administrar una empresa social que busque atender esas necesidades que perciben. “He hablado con jóvenes que me han dicho que odian las matemáticas pero aman la planificación financiera porque pueden ver crecer su dinero y saben el impacto social que tendrá. Otros han compartido cómo trabajar en su plan de negocios y saber que los consumidores verán sus anuncios los motivó a mejorar su gramática y escritura. Muchos explican que en ocasiones se han enfrentado a un problema y han trabajado duro para superarlo o han fallado y como resultado saben mucho más”, describe Emily Mnyayi, responsable del Área de Educación de la SEA, en su blog de la página web de la institución.
Esta política educativa se inscribe en la estrategia productiva oficial denominada Scotland can do (Escocia puede hacer) en cuyo documento inaugural de 2018 se establece la importancia de la participación de toda la sociedad en el mundo empresario y la necesidad de crear “una variedad de modelos de negocios, incluida la propiedad de los empleados, las cooperativas y las empresas sociales”, atendiendo especialmente a tres ejes: “Inspirar a la empresa juvenil, inspirar a las mujeres en la empresa e inspirar a las empresas sociales inspiradoras”.
Cómo funciona
Las ideas de los estudiantes, desde jardín de infantes hasta la universidad, se convierten en desarrollos de pequeñas unidades productivas en las que deben resolver los problemas clásicos de montar una empresa y volverla sustentable, al mismo tiempo que cumplen con el objetivo de que sirva a su comunidad.
Es el caso de la Academia Kirkcudbright cuyos alumnos crearon una empresa social dedicada a reparar y reciclar bicicletas. La materia prima la reciben de sus propias familias y maestros, que donan sus viejos vehículos, pero también de los centros de reciclaje locales que les guardan las bicicletas desechadas. Una vez reacondicionadas, las venden a precios muy populares.
Cada septiembre, los estudiantes de Sgoil Dhalabroig, una primaria de South Uist, venden a la comunidad las verduras que han plantado y cosechado. El dinero que recaudan se ingresa en una cuenta de la empresa social que crearon para financiar la huerta del año siguiente. El aprendizaje se vincula con las nociones de desarrollo sostenible y el conocimiento del trabajo agrícola.
En la primaria Saint Nichols, de Broxburn, los estudiantes crearon un café comunitario al que llamaron Food for Thought (Alimento para el pensamiento) cuyo objetivo era presentar una oferta gastronómica a precios justos y utilizar las ganancias para que la población vulnerable de esa localidad accediera a esos alimentos.
Fuente: Infobae